jueves, 31 de octubre de 2013

Cantos y danzas de la muerte (Arsenio Golenishtchev-Kutuzov)

La Biblia y la música

La relación entre literatura y música es larga, compleja y enormemente rica. Inclusive, es de las pocas características de la música que se vio inalterado a principios de siglo veinte, que amplió y transformó textos que poco a poco se quedarán como las grandes referencias del arte occidental. 
Si reflexionamos un poco resultará obvio que la Biblia es la obra que más se ha musicalizado a lo largo de los siglos, y casi toda ella ha sido incluida como parte de alguna obra. Resultará obvio que los Salmos es la obra que tiene mayor vocación para ser interpretada por instrumentos y a lo largo de los siglos ha sido cantada, pero muchos compositores se han dedicado a continuar la tradición: Mendelssohn musicalizó el Salmo 42, Gregorio Allegri el 51, Bach el 84, Schubert el 92, Stravisnky el 150 y Vivaldi el 110. Dejando a un lado El Mesías, que recoge pasajes de muchos libros, el resto de las obras musicalizadas e inspiradas de la Biblia lo hacen de uno o unos pocos libros.
Desde la tradición de las Lamentaciones de Jeremías musicalizadas por Haydn, Krenek y Tallis, llenas de tristeza y de ira contra la injusticia del mundo, hasta el tono triunfalista del Judas Macabeo de Haendel, ha sabido adaptarse a los distintos tiempos y usos de composición para trasmitir su mensaje, a veces con demasiados ornamentos pero otras de manera muy clara y cruda. Podemos recordar la tradición de las pasiones, que se extiende desde las de Bach y Haendel hasta las de Pärt y Penderecki, o el Oratorio de Navidad de Bach, la ópera El Niño de John Coolidge Adams, el Moisés y Aarón de Schöenberg, el Nabucco de Verdi y la Quinta Sinfonía de Glass. Todas estas obras y muchas más que vale la pena escuchar nos recuerdan el peso de la Biblia en nuestra cultura, que nos define y nos recuerda los motivos por los cuáles entendemos los más altos ideales y el amor al prójimo; un espejo del cual no podemos desprendernos.  
El post de hoy no está muy relacionado con el texto, pero esas cosas suelen pasar. El texto de hoy es también la musicalización de un texto poético que trata sobre la muerte. Algo que decir sobre Kutuzov: descendiente del general Kutuzov, comandante de la Armada Rusa contra la invasión napoleónica mencionado en Guerra y Paz (obra de la cual Profokiev hizo su más grande ópera), fue cercano colaborador de Modest Mussorgski y una figura influyente en la cultura rusa de finales del siglo XIX y principios del siglo veinte. Su literatura está influenciada por el budismo y un sentido místico, aunque tendrá poemas dedicados a las drogas y a la muerte en la tradición de los poemas malditos. Su obra fue prohibida durante la etapa soviética y en la actualidad es raro encontrar ediciones de sus obras. Estos poemas se conservan porque fueron la base del oratorio homónimo de Mussorgski.
Disfruten de todas las obras del día de hoy. 


Cantos y Danzas de la Muerte

1. CANCIÓN DE CUNA 
El niño llora...
La trémula vela se extingue lánguidamente.
Toda la noche, meciendo la cuna,
la madre permanece despierta.

Muy temprano, antes del alba,
la muerte compasiva llama a la puerta.
La madre, sobresaltada, mira inquieta.

"¡No temas, amiga mía!
Mira, la pálida aurora
comienza a asomar por tu ventana.
Estás cansada de tanto llorar, sufrir y amar.
Duerme un poco que yo velaré por ti.
No has podido calmar al niño,
yo le cantaré con más dulzura que tú."

"¡Calla! Mira como mi niño se agita y llora.
¡Se me parte el alma!"

"El niño se dormirá pronto entre mis brazos.
¡Duérmete, niño, duerme!"

"Sus mejillas palidecen y su respiración se entrecorta...
Te lo ruego, ¡apiádate de mí!"

"Es buena señal, ya está sufriendo menos.
¡Duérmete, niño, duerme!"

"¡Aléjate, muerte maldita!
Tus caricias me roban a al niño."

"No, el niño goza de un sueño apacible.
¡Duérmete, niño, duerme!"

"¡Espera, detén un momento
tu horrible canción.!"

"Mira, mi canción ha hecho que se duerma.
¡Duérmete, niño, duerme!"


SERENATA 
Noche mágica y dulce, envuelta en luces azuladas.
Fragancias primaverales surcan el aire.
La enferma asoma su cabeza por la ventana
y escucha el silencio nocturno.

El sueño no llega a sus ojos brillantes y febriles,
la vida reclama su dicha.
Pero bajo su ventana, en medio del silencio,
la muerte le canta una extraña serenata.

"Doncella cautiva y doliente,
ya pasaron belleza y juventud.
Yo seré tu paladín, aunque no me conozcas.
Te liberaré con mi poder mágico.
Ven, hermosa, mírate.
Contempla tus mejillas sonrosadas, tus labios rojos,
hermoso tu semblante, dorado y sedoso tu cabello,
delicado tu talle.
Resplandecen tus ojos, celestes y tiernos,
tan brillantes como las estrellas del cielo.
Tu aliento es cálido como la brisa del mediodía.
¡Ah, me has hechizado, amor mío!
Mi serenata también te ha cautivado.
Tus susurros me llaman a tu lado.
Tu caballero obedece y te trae el don supremo:
¡Ha llegado la hora de tu éxtasis!
Tu cuerpo frágil y tus besos, me arrebatan.
Déjame arroparte con mis fuertes brazos.
Escucha mi canción de amor...
No te muevas... ¡Ya eres mía!"


3.TREPAK 
Reina el silencio, los bosques están desiertos.
Tormentas de nieve gimen y aúllan.
Parece como si, a lo lejos, en la noche oscura,
pasara un cortejo fúnebre.

¡Sí! ¡Allí! En medio de la oscuridad
la muerte ha atrapado a un pobre campesino.
Lo invita a bailar el Trepak
y le canta al oído:

"¡Oh, pobre campesino,
que caminas borracho y sin rumbo!
La ventisca te ha arrastrado,
te ha arrojado hasta el bosque sombrío.
Pena, miseria y pobreza te rodean.
Recuéstate, descansa y duerme, amigo mío.
Te arropo con una blanca manta de nieve cálida
y dejo que los copos bailen a tu alrededor.
¡Prepárale la cama, doncella de las nieves!
¡Vamos, canta, canta, tempestad!
Cántale una nana que dure hasta el amanecer
y meza el sueño del pobre diablo.
¡Eh! Bosques, cielos y nubes,
noche, vientos y copos de nieve,
tejedle un sudario blanco y sedoso,
que cobije al anciano como si fuera un niño...
Duerme feliz, mi querido amigo,
que ya ha llegado el verano.
El sol ríe sobre los campos y se agitan las guadañas.
Ya resuenan las canciones, revolotean las palomas..."


4. EL MARISCAL DE CAMPO 
La batalla brama, las armas destellan
y los cañones rugen como bestias hambrientas.
Vuelan los escuadrones de caballos al galope.
La tierra se tiñe de ríos de sangre.
El luminoso mediodía contempla la matanza
y al llegar el ocaso, la lucha continúa.
Las últimas luces se desvanecen, pero, implacables,
los enemigos luchan con más saña.
Cae la noche sobre el campo de batalla.
Las tropas se dispersan en medio de la oscuridad.
El silencio se quiebra por los gritos de los heridos 
que se alzan hacia el cielo.
Iluminado por la luna,
cabalga un guerrero pálido 
y de huesos temblorosos:
es la muerte.
Escucha con deleite, en medio de la noche,
los quejidos atroces de los heridos,
recorriendo, cual orgulloso mariscal, 
el campo de batalla.
Sube a una colina
y observa sonriente a su alrededor.
Sobre el escenario de la matanza 
resuena clara y poderosa su voz:

"¡Dejad de luchar! ¡La victoria es mía!
Que todo guerrero deponga sus armas ante mí.
La vida os enfrentó y la muerte os reconciliará.
¡Levantaos, acudid a la llamada de la muerte!
¡A formar! ¡El desfile va a dar comienzo!
Pasaré revista a mis tropas antes del amanecer.
¡Soldados, la tierra acogerá vuestros huesos!
¡Qué dulce es el sueño después de la batalla!
Poco a poco pasarán los años 
y los hombres olvidarán que hoy habéis luchado.
Sólo yo, la muerte, recordaré vuestro valor.
A medianoche, honraré vuestra memoria 
con una siniestra danza y, a la luz de la luna, 
hollaré la tierra donde yacéis, pisando con tal fuerza,
que vuestros huesos jamás se moverán
y así nunca podréis alzaros"

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