martes, 29 de octubre de 2013

Adiós a las armas (Ernest Hemingway)

Sobre Hemingway

La relación con Ernest Hemingway para todo escritor que se respete es compleja y difícil, especialmente si se tienen objeciones en su contra (como podría ser evidente que es mi caso). Para los escritores que solemos ser intrincados en el uso del lenguaje y dadivosos para estructurar las frases encontrarnos con el minimalismo en la expresión y lo intrincado de la construcción de los párrafos sin complicar el lenguaje puede resultar contrastante y muchas veces llevar a un enfrentamiento directo entre la economía del lenguaje y la expresividad llevada a su máxima expresión. El principio del iceberg ya se ha convertido en un mantra francamente molesto porque se aplica sin criterio y sin un análisis exhaustivo de los elementos de los textos si no se encuentra la relación directa e inmediata entre los elementos narrativos y el mensaje central que pretende comunicar la obra artística, sin olvidar que el principio de economía es uno de los grandes principios del arte occidental. El punto es que no todos los escritores deberían de escribir como los periodistas, y quienes piensan lo contrario deberían dedicarse a corregir diccionarios o estudiar administración industrial en lugar de hacer crítica literaria. 
Tampoco debemos confundirnos: Hemingway es un escritor de primerísimo nivel, que dedicaba largas horas de su vida a la corrección de textos y que cada momento de su vida estaba dedicado a la elaboración de la obra ya que su propia vida era una obra de arte (hasta me atrevería decir que vivir su personaje era su gran obra de arte, por encima de sus cuentos y sus novelas). Tenía una idea muy clara de cómo debía ser el texto: pulido, limpio de todo exceso y de toda emotividad innecesaria, con ausencia del autor al máximo y con la capacidad de reflejar la realidad con un poder y una belleza que no requiriera más explicación. Con escenas memorables y textos muy elaborados llevados a la difícil sencillez del buen estilos logró crearse una identidad como artista, aunque lo recordamos más siendo corresponsal en la Primera Guerra Mundial o en las corridas de toros. Sin duda era el prototipo del escrito macho que escribe con su botella de licor al lado y que aporrea una y otra vez la máquina de escribir hasta que ha quedado satisfecho o se ha consumido a sí mismo (su suicidio es demostración de que era mucho más sensible de lo que podríamos imaginar y que no era más que un personaje fascinante el que había creado para presentar ante los medios y sus admiradores). 
No escribo como Hemingway, no me gusta su estilo, ni sus temas, ni sus métodos. Me parece que tenemos versiones muy divergentes de entender la literatura y la vida, y no temo decir que en realidad muy poco ha influido en mi manera de escribir salvo por las horas que en realidad sí disfruté siguiendo su lectura. Pero sin duda para quien es un joven escritor puede tomar como ejemplo a Hemingway para entender cómo se puede construir y plasmar una gran obra de enorme belleza sin tener que ser un genio fuera de serie, además de entender la relación entre el personaje que construimos cada uno sobre nosotros mismos y el ser que realmente somos. 
Dejo el primer capítulo de Adiós a las armas, uno de los fragmentos más bellos de descripción de la literatura inglesa, lleno de simbolismo y de fuerza que vale la pena revisar. 

Adiós a las armas [fragmento]

A finales del verano de ese año vivíamos en una casa en un pueblo entre el río y la montaña . En el lecho del río había piedras y rocas, secas y blancas por el sol, y el agua se movía azul, clara y suavemente por los canales . Las tropas entraron a la casa viniendo del camino y haciendo polvo las hojas de los árboles . Los troncos estaban muy sucios y las hojas cayeron a principios de ese año. Vimos alas tropas marchando por el camino y aumentando el polvo de las hojas, agitadas por la brisa, cayendo hacia el camino y los soldados marchando y después desapareciendo en el camino, que quedó  desnudo y blanco con excepción de las hojas .
La llanura era rica en cultivos: había muchos huertos de árboles frutales y más allá del llanura de las montañas aparecían planicies marrones y desnudas . Había combates en las montañas y en la noche pudimos ver los destellos de la artillería . En la oscuridad se veían como un relámpago de verano, pero las noches eran frescas y no había la sensación de una tormenta.
A veces, en la oscuridad, oíamos las tropas marchando bajo la ventana y los camiones de armas pasando tirados por moto- tractores. Había mucho tráfico por la noche , y muchas mulas en los caminos con cajas de munición a cada lado de sus albardas y motores grises de  camiones que transportaban hombres, y otros camiones con cargas cubiertas de lona que se movían más lentos en el tráfico . Había grandes armas también que pasaron en el día tirados por tractores: los largos cañones de las armas cubiertas con ramas verdes y ramas de hojas verdes y vides establecidos en los tractores .
Al norte podemos ver a través de un valle y ver el bosque de castaños y detrás otra montaña de este lado del río. Hubo que luchar por la montaña también, pero no tuvimos éxito, y en el otoño, cuando las lluvias vinieron, todas las hojas caían de los árboles de castañas y las ramas estaban desnudas y los troncos negros de lluvia . Los viñedos eran finas y desnudas ramas y todo el país estaba húmedo y marrón y muerto con el otoño . Había niebla sobre el río y nubes en la montaña y los camiones salpicados de barro en la carretera y las tropas estaban con capas fangosas y húmedas, sus rifles estaban mojados y bajo sus capas de cuero las dos cajas de cartuchos en la parte frontal de las cintas , cajas de cuero gris con los paquetes de clips de delgadas y largas de cartuchos 6,5 mm que sobresalían hacia adelante bajo las capas para que los hombres, que pasan en el camino, marcharan como si fueran niños de seis años.
Había pequeños automóviles grises que pasaban muy rápido. Por lo general había un oficial en el asiento con el conductor y más oficiales en el asiento trasero . Ellos salpicaron más barro que los camiones y si uno de los agentes en la parte de atrás era de bajo rango y estaba sentado entre dos generales, él mismo se volvía tan pequeño que no podía ver su rostro, pero sólo se alcanzaba a ver la parte superior de su gorra y su estrecha espalda; y si el coche iba especialmente rápido es que se trataba probablemente del rey. Vivió en Udine y salió de esta manera casi todos los días para ver cómo iban las cosas , y las cosas iban muy mal.
Al comienzo del invierno llegó la lluvia permanente y con la lluvia llegó el cólera . Sin embargo, se comprobó que al final sólo siete mil murieron por ella en el ejército.

[...]

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