Sobre Joaquín Sabina
Hay una agria discusión que nunca se acaba sobre la calidad literaria de Joaquín Sabina. Muchos afirman que es el poeta más importante que dio España en la segunda mitad del siglo veinte, otros afirman que simplemente no merece que se le considera como poeta. A pesar de lo banal de la discusión, llena de prejuicios y de tonterías, lo cierto es que hacía tiempo que quería dedicar una entrada a este cantantautor, por llamarlo de alguna manera.
Joaquín es un poeta que busca ante todo el ritmo para que después agregue la música (ya sea por él mismo o por otros grandes como Pancho Varona), algunas veces utiliza la rima tradicional y otras veces no lo hace. Lo cierto es que podríamos clasificar a su obra en dos grandes vertientes: las piezas que provienen de la experiencia urbana (entre ellas sus composiciones más famosas: Calle Melancolía, Y nos dieron las diez, Peces de ciudad, Quién me ha robado el mes de abril, Corazón de Neón) y otras menos conocidas pero que tienen referentes a la literatura universal (Eva tomando el sol, Al otro lado del Edén, Besos de Judas, Canción para Magdalena, Si volvieran los dragones). Las metáforas y figuras de Sabina provienen de ambas vertientes, con una fuerte influencia de la tradición católica y de la poesía española, especialmente del siglo de oro (aunque llama la atención que ni el Quijote ni Jesucristo hayan sido nunca tema de su pluma). Sabina canta a la experiencia de las calles, al desamor y al azar, despojando de solemnidad a los temas que toca y haciendo escarnio de sí mismo. No teme romper las formas para trasmitir el mensaje, aunque a veces se le pasa la mano (como su incursión en algunos pocos momentos a las formas del rap).
Yo pienso que tiene Sabina valor como poeta, ya que no es ignorante de la tradición pero prefiere siempre reflejar los excesos de su época que estar obsesionado con una poesía culta encerrada en sí misma (a la cual no le quito méritos ni valor). Pero lo valioso en Joaquín es que nos trasmite novedad en nuestros temas cotidianos, hace una epopeya de la vida de todos los días y nos reconecta de manera sencilla con una poesía a veces cercana al surrealismo, sin olvidarse de la crítica social y de la tristeza por la miseria de la condición humana. Sin duda vale la pena sumergirse al menos por un momento en su obra, pero no en los temas ya consagrados a los que algunos han creado aversión. Por eso les dejo esta pequeña obra maestra, que entreteje metáforas bíblicas con la figura de Gulliver, cantando a esos héroes desconocidos que mantienen su dignidad frente al mundo que se los despoja.
Y si me preguntan mi opinión, se requiere urgentemente que otro cantante recupere las canciones, ya que para los oídos "refinados" de la actualidad Sabina no cumple con sus estándares; pero que un cantante profesional recoja la obra del Flaco le daría otro sentido y profundidad a su obra. Ojalá se mejore pronto.
Gulliver
Un día
los enanos se rebelarán
contra Gulliver.
Todos los hombres de corazón diminuto
armados con palos y con hoces
asaltarán al único gigante
con sus pequeños rencores, con su bilis,
con su rabia de enanos afeitados y miopes.
Pobre de tí, Gulliver, pobre de tí,
el día que todos los enanos
unan sus herramientas y su odio,
sus costumbres, sus vicios, sus carteras,
sus horarios. No podrán, no podrán,
no podrán perdonarte que seas alto.
Para ellos la generosidad no es más que un lujo que no pueden pagarse,
viven alimentados por la envidia que los habita en forma de costumbre.
Míralos revolverse recelosos tras sus gafas de concha.
Te acusarán, te acusarán, te acusarán:
de ser el tuerto en el país de los ciegos,
de ser quien habla en el país de los mudos,
de ser el loco en el país de los cuerdos,
de andar en el país de los cansados,
de ser sabio en el país de los necios,
de ser malo en el país de los buenos,
de divertirte en el país de los serios,
de estar libre en el país de los presos,
de estar vivo en el país de los enanos,
de ser la voz que clama en el desierto,
de ser la voz que clama en el desierto.
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