Sobre la sencillez de la poesía
¿Es necesario que la poesía sea conceptista, compleja y hermética? Aunque debo de admitir que soy un admirador y un no muy disciplinado lector de Ezra Pound, eso no significa que sea incapaz de disfrutar de aportaciones sencillas pero poderosas de la poesía. Es por ello que quiero recordar hoy a Jaime Sabines, el escritor chiapaneco que ha iluminado los días de numerosas personas con poesías sencillas que hablan de la naturaleza y de la vida cotidiana, y que es por su falta de pretensión lo que los hace tan agradables y accesibles para los lectores que buscan una experiencia en la literatura que sea accesible pero que respete su sensibilidad y su gusto.
Jaime Sabines era un escritor muy particular. Apenas y corregía sus textos, y solamente cancelaba con una línea aquellas poseías que rechazaba. Solía decir que sus cuadernos eran muy limpios y que prácticamente nunca regresaba a texto alguno, porque el Sabines de hoy no es el Sabines de ayer. Intérprete de la naturaleza y de las emociones puras, nos recuerda que el uso correcto del lenguaje proviene de la exigencia más recalcitrante de trasmitir las emociones y los pensamientos de la manera más clara posible, sin intermediarios que dificulten al lector y sin juegos innecesarios que solamente escondan la pobreza de conceptos. Es en esta enseñanza donde el poeta tiene su mayor acierto y que con imágenes simples todavía puede trasmitir experiencias poderosas.
Dejo este pequeño poema de Sabines para que lo disfruten.
La música de Bach mueve cortinas...
La música de Bach mueve cortinas
en la mañana triste, y un viento con amores
se desliza en las calles y en los corazones.
Nadie sabe por qué pero se alegran
las sombras y los hombres
como si Dios hubiese descendido a fecundarlos
y en el asfalto espigas de oro florecieran.
En el día de hoy el sol se ablanda
y mansa luz como un aceite unta
a los cansados y a los tristes.
Un canto para sordos se desprende de las cosas
y esa terrible dulzura que es Dios insoportable
contagia la salud de un pecho a otro.
Es la hora interminable, la inasible,
la eternidad que dura un abrir y cerrar de ojos.
(Mientras esto he dicho, el día se ha partido en
dos como una granada madura.)
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