Hoy no hablaré particularmente de la obra cuyo fragmento les ofrezco hoy. ¿Cuántas veces no se ha escrito y reinterpretado la obra del Hamlet, a tal punto que hemos olvidado la fuerza de las palabras escritas en la obra? Lo cierto es que basta solamente con regresar a las páginas para darse cuenta de la relevancia y la profundidad de la mirada del autor, independientemente de que haya sido el director del Teatro el Globo ya que la identidad del autor ha sido puesto en duda recientemente. Fuera de los chismes literarios, sin duda debemos agradecer que estas obras nos sobrevivan y podamos disfrutarlas en el momento en que lo dispongamos, ahora gracias a la red con la única restricción de tener acceso a algún dispositivo que pueda conectarse a Internet(porque eso de tener una computadora ya se quedó muy atrás).
Mi reflexión va más bien encaminada a la influencia que Shakespeare ha tenido en la cultura occidental. Para ello valdría la pena que revisaran esta interesante imagen http://griffsgraphs.files.wordpress.com/2012/07/influence2_connectionslabel.png . Esta gráfica se hizo intentando hacer círculos que representan al autor y las conexiones entre autores con líneas. Si logran localizar a Shakespeare se darán cuenta de que está casi al centro de la región de los escritores, lo que lo hace la pieza clave en ese gremio (por ejemplo, Víctor Hugo tiene un tamaño similar, pero se encuentra en la orilla del diagrama). Aunque es lógico que tenga esa posición ya que son angloparlantes los que realizaron este bonito dibujo, lo cierto es que nos debemos poner a reflexionar sobre la influencia del dramaturgo en nuestras vidas, hasta dónde es por los propios méritos del autor y hasta dónde la conquista anglosajona y la mal entendida alta cultura nos la ha impuesto.
Lo primero que nos debe de sorprender es ver la imagen y observar los vecinos de Shakespeare, ya que es difícil que siquiera podamos recordar los personajes de las obras de Conrad o recordar algún pasaje del Paraíso Perdido de Milton. Y es que sin duda algún conocido ha sufrido la trágica situación de Romeo y Julieta, o a sido presa de los celos como Otelo, o a conocido a un matrimonio tan ambicioso como los Macbeth. Lo cierto es que los personajes de Shakespeare se nos han colado gracias a los medios de comunicación, mayoritariamente anglosajones e inspirados en esas obras (se puede recordar al Rey Mufasa aconsejando a Simba vengarlo en una paráfrasis de Hamlet o inclusive a Bob Patiño o a un asesino en The Mentalist citar algún pasaje específico como prueba de inteligencia y de cultura). Finalmente la colonización tecnológica nos lleva a basar la tradición de aquellos quienes desarrollan las historias, y entre todos los autores es Shakespeare quien tiene la supremacía.
Esta situación es benéfica si no olvidamos que la riqueza cultural proviene de la diversidad. Ser latinoamericano y citar a Shakespeare no debería de causarnos ninguna clase de reacción negativa (como le pasaría a Borges con su fascinación por Chesterton), sin olvidar que por encima de cualquier gusto personal es la mirada crítica de cada persona la que determina qué referencias usar para construir su propio imaginario y visión del mundo. Aceptar plácidamente el lugar común observando a Yakko Warner recitando el soliloquio de la obra de hoy debe de provocarnos risa y gusto (dejo la escena junto con otras referencias de poesías de Dot: http://www.youtube.com/watch?v=vNlyBRnXyuE), de la misma manera que Thomas Pynchon citaba a Borges en el Arcoiris de Gravedad o incorporaba México Malcolm Lowry en Bajo el volcán, o Verdi al musicalizar Otelo. Si somos capaces de incorporar las tradiciones sin tapujos ni puritanismos (admito que en una actitud muy mestiza) entonces enriqueceremos la tradición y podremos encontrar cosas mucho más valiosas que aislando la cultura en una lengua y un grupo de referencias (tal como hacen a veces los académicos franceses). Pero bueno, al final quien decide qué permanece en la cultura es cada lector cada vez que lee, generación tras generación.
El día de hoy, Hamlet, príncipe de Dinamarca, regresa a su país después de un viaje forzado y se encuentra en la exhumación de Yorik, bufón del rey.
Hamlet [fragmento]
[...]
HAMLET.- ¿Cuánto tiempo podrá estar enterrado un hombre sin corromperse?
SEPULTURERO.- Pues si él no se corrompía ya en vida, como nos sucede todos los días con muchos cuerpos galicosos que no hay por dónde asirlos, podrá durar cosa de ocho o nueve días. Uno curtido durará nueve años seguramente.
HAMLET.- ¿Pues qué tiene aquel que ha sido curtido más que otro cualquiera?
SEPULTURERO.- Lo que tiene es un pellejo más por la labor del ejercicio, que puede resistir mucho tiempo al agua; y el agua, señor mío, es la cosa que destruye más rápido a cualquier hijo de puta de muerto. He aquí una calavera que ha estado bajo tierra más de veintitrés años.
HAMLET.- ¿De quién es?
SEPULTURERO.- ¿De quién parece que será, estúpido?
HAMLET.- Yo, ¿cómo he de saberlo?
SEPULTURERO.- Mala peste en él y en sus travesuras. Una vez me echó un frasco de vino del Rin por los calzones... Pues señor, es la calavera de Yorik, el bufón del rey.
HAMLET.- ¿Ésta? (El sepulturero le entrega un cráneo a HAMLET)
SEPULTURERO.- La misma.
HAMLET.- ¡Ay, pobre Yorik! Yo le conocí, Horacio... Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que me llevó siendo niño mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror, y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron los labios donde yo di besos sin número... ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni siquiera puedes reírte de tu propia deformidad... Ve al tocador de una de nuestras damas y dile, para excitar su risa, que por más que se ponga una pulgada de aceite en el rostro, a su muerte habrá de experimentar esta misma transformación... (Tira el cráneo de inmediato a la sepultura)
[...]
Lo primero que nos debe de sorprender es ver la imagen y observar los vecinos de Shakespeare, ya que es difícil que siquiera podamos recordar los personajes de las obras de Conrad o recordar algún pasaje del Paraíso Perdido de Milton. Y es que sin duda algún conocido ha sufrido la trágica situación de Romeo y Julieta, o a sido presa de los celos como Otelo, o a conocido a un matrimonio tan ambicioso como los Macbeth. Lo cierto es que los personajes de Shakespeare se nos han colado gracias a los medios de comunicación, mayoritariamente anglosajones e inspirados en esas obras (se puede recordar al Rey Mufasa aconsejando a Simba vengarlo en una paráfrasis de Hamlet o inclusive a Bob Patiño o a un asesino en The Mentalist citar algún pasaje específico como prueba de inteligencia y de cultura). Finalmente la colonización tecnológica nos lleva a basar la tradición de aquellos quienes desarrollan las historias, y entre todos los autores es Shakespeare quien tiene la supremacía.
Esta situación es benéfica si no olvidamos que la riqueza cultural proviene de la diversidad. Ser latinoamericano y citar a Shakespeare no debería de causarnos ninguna clase de reacción negativa (como le pasaría a Borges con su fascinación por Chesterton), sin olvidar que por encima de cualquier gusto personal es la mirada crítica de cada persona la que determina qué referencias usar para construir su propio imaginario y visión del mundo. Aceptar plácidamente el lugar común observando a Yakko Warner recitando el soliloquio de la obra de hoy debe de provocarnos risa y gusto (dejo la escena junto con otras referencias de poesías de Dot: http://www.youtube.com/watch?v=vNlyBRnXyuE), de la misma manera que Thomas Pynchon citaba a Borges en el Arcoiris de Gravedad o incorporaba México Malcolm Lowry en Bajo el volcán, o Verdi al musicalizar Otelo. Si somos capaces de incorporar las tradiciones sin tapujos ni puritanismos (admito que en una actitud muy mestiza) entonces enriqueceremos la tradición y podremos encontrar cosas mucho más valiosas que aislando la cultura en una lengua y un grupo de referencias (tal como hacen a veces los académicos franceses). Pero bueno, al final quien decide qué permanece en la cultura es cada lector cada vez que lee, generación tras generación.
El día de hoy, Hamlet, príncipe de Dinamarca, regresa a su país después de un viaje forzado y se encuentra en la exhumación de Yorik, bufón del rey.
Hamlet [fragmento]
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HAMLET.- ¿Cuánto tiempo podrá estar enterrado un hombre sin corromperse?
SEPULTURERO.- Pues si él no se corrompía ya en vida, como nos sucede todos los días con muchos cuerpos galicosos que no hay por dónde asirlos, podrá durar cosa de ocho o nueve días. Uno curtido durará nueve años seguramente.
HAMLET.- ¿Pues qué tiene aquel que ha sido curtido más que otro cualquiera?
SEPULTURERO.- Lo que tiene es un pellejo más por la labor del ejercicio, que puede resistir mucho tiempo al agua; y el agua, señor mío, es la cosa que destruye más rápido a cualquier hijo de puta de muerto. He aquí una calavera que ha estado bajo tierra más de veintitrés años.
HAMLET.- ¿De quién es?
SEPULTURERO.- ¿De quién parece que será, estúpido?
HAMLET.- Yo, ¿cómo he de saberlo?
SEPULTURERO.- Mala peste en él y en sus travesuras. Una vez me echó un frasco de vino del Rin por los calzones... Pues señor, es la calavera de Yorik, el bufón del rey.
HAMLET.- ¿Ésta? (El sepulturero le entrega un cráneo a HAMLET)
SEPULTURERO.- La misma.
HAMLET.- ¡Ay, pobre Yorik! Yo le conocí, Horacio... Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que me llevó siendo niño mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror, y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron los labios donde yo di besos sin número... ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni siquiera puedes reírte de tu propia deformidad... Ve al tocador de una de nuestras damas y dile, para excitar su risa, que por más que se ponga una pulgada de aceite en el rostro, a su muerte habrá de experimentar esta misma transformación... (Tira el cráneo de inmediato a la sepultura)
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