La literatura concebida desde el punto de vista de los académicos carece por completo de humor. Y es natural, ya decía Umberto Eco en voz de Aristóteles en su perdido libro sobre la comedia que el humor nos permite equilibrar el poder, por no hablar de los notorios beneficios que concede a la salud. Tendemos a relegar a los escritos humorísticos: leemos de manera solemne la Apología de Sócrates para no burlarnos de los atenienses humillados ante los métodos del filósofo o de su ridícula pretensión de enamorar jóvenes griegos, leemos como geniales los monólogos interior de Molly Bloom olvidándonos de los chistes y las burlas al orden establecido en el capítulo de Circe del Ulises, hemos echado a Ibargüengoita de las universidades y a Moliére de los teatros, consideramos a los dibujos animados como cultura popular sin derecho a ser enseñado en la Academia y a Laurence Sterne de los programas de literatura. Hay que decirlo: sin duda es un error.
El humor es la forma más alta de la inteligencia. Las tragedias humanas son universales, los motivos de risa son mucho más difíciles de identificar. Y es que reír, especialmente en una época donde la tragedia nos rodea cada día, es un acto de heroísmo y un poco de anarquía, reconociendo que en realidad nuestra vida terminará tarde o temprano y por tanto que en realidad es irrelevante para el paso incansable de la humanidad. Reír es una herramienta para atacar y desnudar al poder en toda su miseria y su mediocridad, reír es desmontar el sistema con todo su absurdo y su pobre argumentación, es un llamado a la vida auténtica y a no olvidar que los seres humanos valemos por lo que somos y no por lo que tenemos. De ahí el peligro de reír, de ahí que en ciertos países las comedias sean cada vez más escasas.
El día de hoy retomaremos al escritor estadounidense Ambrose Bierce, quien popularizó los llamados "ficcionarios" (definiciones irónicas y humorísticas sobre las palabras propuestas) y que se han popularizado en cierta manera en los más diversos contextos, desde los jóvenes Scouts en sus revistas hasta el Selecciones del Reader´s Digest. Pero volvamos al original, ríamos y disfrutemos, que la vida es corta y el futuro se derrumba.
El diccionario del diablo [fragmentos]
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Abdicación, s. Acto mediante el cual un soberano demuestra percibir la alta temperatura del trono.
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Abdomen, s. Templo del dios Estómago, al que rinden culto y sacrificio todos los hombres auténticos. Las mujeres sólo prestan a esta antigua fe un sentimiento vacilante. A veces ofician en su altar, de modo tibio e ineficaz, pero sin veneración real por la única deidad que los hombres verdaderamente adoran. Si la mujer manejara a su gusto el mercado mundial, nuestra especie se volvería graminívora.
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Absoluto, adj. Independiente, irresponsable. Una monarquía absoluta es aquella en que el soberano hace lo que le place, siempre que él plazca a los asesinos. No quedan muchas: la mayoría han sido reemplazadas por monarquías limitadas, donde el poder del soberano para hacer el mal (y el bien) está muy restringido; o por repúblicas, donde gobierna el azar.
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Abstemio, s. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.
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Academia, s. Escuela antigua donde se enseñaba moral y filosofía. Escuela moderna donde se enseña el fútbol.
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Botánica, s. Ciencia de los vegetales, comestibles o no. Se ocupa principalmente de las flores, que generalmente están mal diseñadas, tienen colores poco artísticos y huelen mal.
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Boticario, s. Cómplice del médico, benefactor del sepulturero, proveedor de los gusanos del cementerio.
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Cañón, s. Instrumento usado en la rectificación de las fronteras.
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Comercio, s. Especie de transacción en que A roba a B los bienes de C, y en compensación B sustrae del bolsillo de D dinero perteneciente a E.
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Cuadro, s. Representación en dos dimensiones de un aburrimiento que tiene tres.
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Deliberación, s. Acto de examinar el propio pan para saber de qué lado tiene manteca.
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Dentista, s. Prestidigitador que nos pone una clase de metal en la boca y nos saca otra clase de metal del bolsillo.
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Diafragma, s. Tabique muscular que separa los trastornos del tórax de los trastornos intestinales.
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Economía, s. Compra del barril de whisky que no se necesita por el precio de la vaca que no se tiene.
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Filosofía, s. Camino de muchos ramales que conduce de ninguna parte a la nada.
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Hospitalidad, s. Virtud que nos induce a alojar y alimentar a personas que no necesitan alojamiento ni alimento.
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Insignias, s. Distintivos, joyas y trajes de órdenes antiguas y venerables como: los Caballeros de Adán; los Visionarios del Divino Blablá; la Antigua Orden de los Modernos Trogloditas; la Liga de la Santa Farsa; la Dorada Falange de los Falangistas Marsupiales; la Gentil Sociedad de Vagabundos Expurgados; la Mística Alianza de Exquisitos Regalianos; las Damas y Caballeros del Perro Amarillo; la Oriental Orden de los Hijos de Occidente; La Orfandad de los Insufribles; los Guerreros de Arco Largo; los Guardianes de la Gran Cuchara de Cuerno; la Banda de Bestias; la Impenitente Orden de Azotadores de Esposas; la Sublime Legión de Conspicuos Rimbombantes; los Adoradores del Santuario Galvanoplástico; los Inaccesibles Resplandecientes; los Jenízaros del Pavorreal; la Gran Cábala de Sedentarios; la Fraternidad de los Verrugosos; la Cooperativa del Candelero; los Discípulos Militantes de la Fe Oculta; los Caballeros Defensores del Perro Doméstico; los Guardianes de la Letrina Mística; la Misteriosa Orden del Manuscrito Indescifrable; Los Monarcas del Mérito y el Hambre; los Prelados de la Bañera y la Espada.
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Inventor, s. Persona que construye un ingenioso ordenamiento de ruedas, palancas, y resortes, y cree que eso es civilización.
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Kilt, s. Traje que suelen usar los escoceses en Norteamérica y los norteamericanos en Escocia.
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Lira, s. Antiguo instrumento de tortura. Hoy la palabra se usa figuradamente con el sentido de facultad poética.
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Magia, s. Arte de convertir la superstición en moneda contante y sonante. Hay otras artes que sirven al mismo fin, pero el discreto lexicógrafo no las nombra.
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Mamón, s. Dios de la religión que predomina en el mundo. Su templo principal se halla en la santa ciudad de Nueva York.
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Mónada, s. Ultima e indivisible unidad de la materia (ver Molécula). Según Leibniz, y en la medida en que él parece dispuesto a ser comprendido, la mónada tiene cuerpo sin volumen, y mente sin manifestación; Leibniz la reconoce gracias a la facultad innata de la reflexión y ha fundado sobre la mónada una teoría del universo, que ella soporta sin resentimiento, porque es una dama. Pequeña como es, la mónada contiene todas las potencialidades necesarias para convertirse en un filósofo alemán de primera categoría. No confundir la mónada con el microbio o el bacilo; pertenece a una especie muy diferente, como lo demuestra un buen microscopio al no poder detectarla.
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Novela, s. (En inglés, romance, novela de aventuras más o menos fantásticas. por oposición a "novel", novela realista ). Cuento inflado. Especie de composición que guarda con la literatura la misma relación que el panorama guarda con el arte. Como es demasiado larga para leer de un tirón, las impresiones producidas por sus partes sucesivas son sucesivamente borradas, como en un panorama. La unidad, la totalidad del efecto, es imposible porque aparte de las escasas páginas que se leen al final, todo lo que queda en la mente es el simple argumento de lo ocurrido antes. La novela realista es al relato fantástico lo que la fotografía es a la pintura. Su principio básico, la verosimilitud, corresponde a la realidad literal de la fotografía, y la ubica dentro del periodismo; mientras que la libertad del relato fantástico no tiene más límites que la imaginación del narrador. Los tres principios esenciales del arte literario son imaginación, imaginación e imaginación. El arte de escribir novelas, en la medida en que pudo llamarse arte, ha muerto hace mucho en todo el mundo, salvo en Rusia, donde es nuevo. Paz tengan sus cenizas... algunas de las cuales aún se venden mucho.
Novela fantástica, s. Obra de ficción que no rinde pleitesía al Dios de las Cosas que Son. En la novela, el pensamiento del escritor está atado a la verosimilitud, como un caballo al palenque, pero en la novela fantástica se pasea a voluntad por todo el reino de la imaginación, libre, sin ley, sin rienda ni freno. Nuestro novelista es una pobre criatura (como diría Carlyle), un simple reportero. Puede inventar los personajes y la trama, pero no imaginar algo que no pueda ocurrir, aunque toda su narración sea una candorosa mentira. Por qué se impone esta dura condición y "arrastra a cada paso una cadena cada vez más larga", que él mismo ha forjado, es algo que tratará de explicarnos en diez volúmenes, sin iluminar en absoluto su negra y absoluta ignorancia en la materia. Hay grandes novelas, porque grandes escritores han desperdiciado su talento para escribirlas, pero lo cierto es que la ficción más fascinante que existe sigue siendo "Las mil y Una Noches".
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Occidente, s. Parte del mundo situada al oeste (o al este) de Oriente. Está habitada principalmente por Cristianos, poderosa subtribu de los Hipócritas, cuyas principales industrias son el asesinato y la estafa, que disfrazan con los nombres de "guerra" y "comercio". Esas son también las principales industrias de Oriente.
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Pandemonium, s. Literalmente, Lugar de Todos los Demonios. La mayoría de ellos han ido a refugiarse en la política y las finanzas, y el lugar se usa ahora como salón de conferencias del Reformador Vocinglero. Cuando son perturbados por su voz, los antiguos ecos clamorean apropiadas respuestas que halagan mucho su orgullo.
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Panteísmo, s. La doctrina de que todo es Dios, por oposición a la doctrina de que Dios es todo.
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Pintura, s. Arte de proteger de la intemperie superficies planas, y de exponerlas a los críticos.
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Pluma, s. Implemento de tortura producido por un ganso, y generalmente usado por un asno.
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Ron, s. Bebida ardiente que produce locura en los abstemios.
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Vida, s. Especie de salmuera espiritual que preserva al cuerpo de la descomposición. Vivimos en diario temor de perderla; cuando se pierde, sin embargo, no se la echa de menos. La pregunta "¿Vale la pena vivir?" ha sido muy debatida, en particular por los que opinan que no; algunos de ellos escribieron extensos tratados en apoyo de esa idea y, gracias a un minucioso cuidado de su salud, disfrutaron durante muchos años los honores de una exitosa controversia.
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